En principio, no podemos quitar la importancia al corazón
porque algunos lo ven como simple sentimentalismo; ni la inteligencia porque
otros la vean como un racionalismo; ni la voluntad porque otros la reduzcan a
un necio voluntarismo. Lo inteligente está en encontrar una buena armonía en la
cotidianidad de nuestros hijos o alumnos.
Por ejemplo, en las últimas décadas se han declarado
diversas cruzadas contra diferentes problemas que amenazan nuestra sociedad:
deserción escolar, violencia juvenil, bullying, alcohol, drogas, embarazo
precoz, libertinaje, irrespeto a todo, etc. Y este diagnóstico por lo general
llega demasiado tarde, cuando la situación ha alcanzado es grave, ya deformando
la vida de esas personas y destruyendo las de su alrededor.
Y esto sucede porque la información por sí sola no resuelve.
La mayoría de las veces el problema no es propiamente la droga, ni el alcohol,
ni el fracaso escolar, sino las crisis afectivas que atraviesan esas personas,
y que les llevan a buscar refugio en esos errores.
Y entonces ¿Cuál es la solución? La solución es educar mejor
los sentimientos, las emociones, etc. Al hombre no siempre le basta con comprender lo que es
razonable para luego practicarlo. El comportamiento humano está lleno de
sabores y sinsabores, de dulces y no tan dulces que escapan al rigor de la
razón, y que son condicionados por la crianza, las creencias, las experiencias,
etc. moviendo resortes subconscientes de la voluntad y los sentimientos.
Conocemos que hay vicios y defectos que pueden coexistir con
un gran corazón. Hay gente de muy buen corazón que es alcohólica, irritable,
iracunda, mentirosa o deshonrada. Se puede decir que la riqueza, el valor y la
plenitud de una persona dependen mucho de su capacidad afectiva.
Lo propio de una persona
es ser de corazón, pero sin dejar que el corazón domine. Es decir, no
considerarlo como el que rige nuestra vida, sino lograr que sea la inteligencia
y la voluntad quienes se encarguen de educarlo. Educarlo para que nos lleve a
la pasión de cosas grandes y buenas, con ideales por los que valga la pena
luchar, competir. Es verdad que muchas veces hay pasiones hacen llorar, sufrir,
alegrarse, etc. pero no por eso han de ser algo negativo, porque ¿acaso se
puede hacer cosas como amar a otra persona, dar siempre buenas clases, o sacar
adelante un proyecto que nos apasiona, siendo indiferentes? Sin pasión, ¿Qué
hubiera sido de los hombres y mujeres que han nutrido y forjado nuestra
historia, nuestra literatura, nuestra cultura, nuestros saberes? Educar bien
nuestras pasiones nos hace más humanos, más libres, más valiosos.
Ing. Vincenzo Fusco Sparacino (Papá y Esposo)
PALABRAS CLAVES: EDUCAR, PADRES, FAMILIA, NÚCLEO, EDUCADOR, HIJO, JOVEN, ENSEÑANZA, EJEMPLO, SENTIMIENTO, EMOCIÓN, INTELIGENCIA.
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